CONVENTO DE LAS TERESAS
Santa Teresa llegó a Sevilla un 26 de mayo de 1575 después de un largo y dificultoso viaje, con los primeros rigores del verano sevillano y enferma... estas dificultades no le abandonaron en toda su estancia en la ciudad.
Sevilla en aquel tiempo vivia su época de esplendor, era una de las ciudades más populosas del mundo, Puerto y Puerta de Indias y además de la Catedral, contaba con más de 30 parroquias, 100 hospitales y el establecimiento representativo de todas las órdenes religiosas.
Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada nace en Ávila en 1515. Contaba con 12 hermanos, 2 de los cúales eran de un matrimonio anterior de su padre.
Desde pequeña gozó (como ella misma cuenta en su libro de su vida) de una imaginación vehemente y apasionada. El ejemplo lo vemos cuando decide de pequeña convertirse en mártir junto a su hermano Rodrigo. Para ello deciden irse a pedir limosna a territorrios de infieles de forma que fueran apresados y martirizados. Finalmente son encontrados por su tio sin que les pase nada. Cambia por lo tanto esa idea por la de convertirse en ermitaña para lo que se construye una especie de ermita en los jardines de su casa en donde llevar a cabo una vida de oración.
"En una huerta que había en casa, procurábamos como podíamos, hacer ermitas, poniendo unas piedrecitas, que luego se nos caían, y así no hallábamos remedio en nada para nuestro deseo... Hacía (yo) limosna como podía, y podía poco. Procuraba soledad para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario...Gustaba (yo) mucho cuando jugaba con otras niñas, hacer monasterios como que éramos monjas".
Su vocación por tanto no es fruto de la casualidad. Desde joven fue muy espiritual y el deseo de ingresar como religiosa en un convento lo expresa a su padre en varias ocasiones durante su juventud. Ante la negativa paterna, decide esperar a la mayoría de edad. Una vez que la cumple, vuelve a hacer participe a su padre de su ansiado deseo pero de nuevo se encuentra con su desaprobación por lo que decide fugarse de casa e ingresa en el Convento Carmelita de la Encarnación el 3 de noviembre de 1533. Un año más tarde ya es profesa
(4 nov de 1534)
A partir de profesar su vida cambia, comienza a sufrir muchas debilidades fisicas y cae enferma. Sufre mareos, vómitos, cardiopatías y muchas dolencias. Se agrava tanto su salud, que su padre decide llevarséla a Castellanos de la Cañada junto a su hermana, una pequeña aldea retirada que le ofrecia una mejor oportunidad para su mejoría. Alli permanecería más de un año en el que también protagonizaria otras hazañas como la de convertir a un clérigo que vivia en concubinato. En 1536 regresaria de nuevo al Convento.
El Domingo de Ramos de 1537 sufre un paroxismo que le duraría 4 días y que le dejaría paralitica durante dos años. A partir de 1539 sufre una milagrosa mejoría. Su salud se revitaliza y vuelve a caminar. Comenzaría su etapa de mayor actividad en la que su objetivo principal fue la reforma de la Orden Carmelita. Al regresar al convento, Teresa se encuentra con una nutrida comunidad formada por más de 200 monjas. Todas viven en completa libertad, pueden salir y entrar, recibir numerosas visitas, comer lo que les apetezca, dormir en amplias camas en habitaciones con buenas vistas, vestir el hábito adornado... todo lejos de las reglas fundacionales de la Orden del s.XII cuyo modelo de vida eran los primeros eremitas que se establecieron en ayuno y oración en el Monte Carmelo a imitación del Profeta Elías.
En su deseo de reforma, Teresa tuvo el apoyo de destacadas personalidades de la época como San Francisco de Borja, San Luis Beltrán o San Pedro de Alcántara. Mucho trabajo y lucha tuvo Teresa para poder fundar su primer convento de la Orden ya reformada por ella ya que la Bula Fundacional se hizo esperar. Finalmente lo logra en 1562. Así quedaría fundado el Convento de San José de la Orden descalza en Ávila.

4 novicias tomaron allí el hábito y 4 años permaneció la Santa con ellas. El cambio fue grande: la comunidad de religiosas de la Orden Descalza tenía otras reglas: no podían salir, debían vivir en la más estricta clausura, sin apenas hablar, debía reinar el silencio entre los muros conventuales. Las hemosas vistas de las amplias habitaciones y sus cómodas camas fueron cambiadas por incómodos jergones en los suelos de las estrechas y oscuras celdas. Tampoco pudieron hacer disfrute de las copiosas comidas habituales en la Orden Calzada, ahora se imponia el ayuno durante ocho meses al año donde el pan y la fruta eran basicamente el alimento. La carne quedaba prohibida. Sus adornados hábitos pasaron a ser recios y austeros y su calzado unas simples sandalias de cuero o madera. Tanto sacrificio no pasó desapercibido por el pueblo. Poco a poco Teresa fue ganando enemigos...
El Padre Rossi, General de la Orden Carmelita la visita y queda impresionado del cambio hasta tal punto que le anima a hacer dos fundaciones más. Teresa además le hace saber su deseo de reforma de la Orden masculina para la que tiene elegido al responsable: San Juan de la Cruz, un joven fraile. San Juan de la Cruz y Santa Teresa se conocieron en Medina del Campo cuando ella contaba con 52 años y él con 24. Ella quedó convencida de las virtudes del joven por su responsabilidad pese a su juventud. Asi comenzó la larga andadura de fundaciones de la rama descalza carmelitana por todo el país.
Santa Teresa fue capaz de compaginar el gobierno de la Orden con los continuos viajes y estancias en otras ciudades, con la labor de vigilancia para que se cumplieran los requisitos estipulados y con la continua labor de escritura tanto de su biografía como de obras y poesía lirico mistica.
Fueron 17 fundaciones las que realiza Teresa en España.
El Convento de las Teresas es la 11ª fundación de la Santa.
A partir de los 40 años, Teresa sufre unas experiencias misticas sobrenaturales que describe en sus obras y que ha sido objeto de mucha controversia. Experiementaba la Santa un éxtasis de unión mistica con Dios.
Según el biografo francés Pierre Boudot en todas las páginas (del libro de su vida) se ven huellas de una pasión viva, de una franqueza conmovedora, y de un iluminismo consagrado por la fe de fieles. Todas sus revelaciones atestiguan que creía firmemente en una unión espiritual entre ella y Jesucristo; veía a Dios, la Virgen, los Santos y los ángeles en todo su esplendor, y de lo alto recibia inspiraciones que aprovechaba para la disciplina de su vida interior.
" Vi a un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en froma corporal...no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos, que parece todos se abrasan...Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fín del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y me llegaba hasta las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandisiomo dolor que no ha desear que se qite, ni se contanta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aún harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplieco yo a us bondad de déa gustar a quien pensare que miento... los días que duraba esto andaba como embobada, no quisiera ver ni hablar, sino abrasarme con mi pena, que para mí era mayor gloria, que cuantas hayan tomado lo criado."
Vida de Santa Teresa, Cap. XXIX
Muere Teresa de Ávila el 15 de octubre de 1582 en el Convento de la Anunciación de Alba de Tormes, el último convento fundado por ella. Tras morir, deciden enterrarla en la iglesia del convento con el enojo del pueblo abulense que la reclama para ellos. Diez meses más tarde, deciden trasladar el cuerpo a su tierra natal, Ávila y para ello exhumaron el cuerpo con la sorpresa de encontrarlo totalmente incorrupto y las ropas podridas. La fama de santidad se acrecenta y sumado a los intereses que tenía el Duque de Alba porque el cuerpo se quede en Alba de Tormes, decide mover los hilos de su amistad con el Papa, quién acaba cediendo ante la petición. De nuevo, en el año 1588, el cuerpo incorrupto de Teresa de Jesús regresaría al convento de la Anunciación en Alba de Tormes donde reposaría en una urna de plata. Pocos años después de su fallecimiento, comenzaria su proceso de canonización. El Papa Paulo V la beatifica en 1614 y en 1622 es canonizada por el Papa Gregorio XV. Más tarde sería nombrada Doctora Honoris Causa por la Universidad de Salamanca y Patrona Perpetúa de la Villa de Alba de Tormes. En 1970 es nombrada Doctora de la Iglesia, caso único en una mujer en la Iglesia junto con Santa Catalina de Siena quien también tiene este distintivo.
Una vez depositada en Alba de Tormes se decide repartir reliquias del cuerpo para diferentes iglesias distribuidas por toda Europa. Así se le disecciona un brazo que pasa al convento carmelita de Ávila y el dedo meñique que se queda el Padre Gracián. El pie izquierdo y parte de la mandibula superior se hallan en Roma, el brazo izquierdo en Lisboa, un dedo en la Iglesia del Loreto de Paris, otro en Sanlúcar de Barrameda, el ojo izquierdo y la mano derecha están en Ronda. Precisamente esta mano fue la que el General Franco tuvo durante años como amuleto en su dormitorio y de la que se hacía acompañar en todos sus viajes.

Destacar sobre todo su faceta como escritora ya que Teresa de Jesús es una de las escritoras más universales de nuestra literatura. Cultivó la lirica mistica, sus versos son fáciles y apasionados. Entre sus obras destacar Camino a la Perfección, o Castillo Interior o Las Moradas así como el maravilloso legado de su Vida testimoniado en su obra cuyo original se encuentra en la Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo del Escorial.
Teresa también cultivó muchisimo el género epistolar. Escribia numerosas cartas a diario donde contaba no sólo como era su proceso de reforma de la Orden y las Fundaciones sino también todo el devenir diario, las alegrias y las penas, sus apoyos y sus obstáculos. Se conservan unas 409 cartas manuscritas de la Santa. Los investigadores creen que pudo haber alrededor de 10.000. Muchas se perdieron por el devenir de los tiempos, otras convenientemente sacrificadas por lo comprometido del contenido ya que expresaba sus inquietudes sin cortapisas y podían acabar en malas manos, amén de las que se perdieron por el camino quizás debido al precario servicio de correos de la época.

Teresa de Jesús conoció al Padre Juan Bautista Rubeo, General de la Orden Carmelita en España en 1567, en una escala que hizo en Ávila el Padre del viaje pastoral que llevaba a cabo por la Peninsula. Entre las numerosas conversaciones que tuvieron, el Padre le muestra su satisfacción por la reforma emprendida por Teresa y le comenta que los Carmelitas más díscolos y dificiles eran sin duda alguna los andaluces.