jueves, 28 de mayo de 2015

OBRAS PERDIDAS-LA SERIE DE LA CARIDAD, MURILLO

OBRAS PÉRDIDAS 

Podría estimarse que son millares las obras que salieron definitivamente de España con el expolio francés en la Invasión Napoleónica. En un principio, la mayoria de estas obras pasaron por Francia pero alli quedaron una mínima parte, siendo finalmente victimas del voraz mercado europeo y quedando así distribuidas por toda la geografia mundial.
Desgraciadamente se ha podido recuperar muy poco.

HOSPITAL DE LA CARIDAD
SERIE DE LAS OBRAS DE MISERICORDIA
BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO

Por circunstancias históricas el nombre de Murillo irá siempre unido al de Nicolas Jean de Dieu Soult (1769-1851), mariscal del ejército francés que tuvo una especial obsesión por las obras del artista sevillano.
Como bien afirma el profesor Enrique Valdivieso en su artículo «El expolio de Sevilla durante la invasión francesa», el «ejemplo más determinante fue el saqueo de la iglesia del Hospital de la Santa Caridad, cuyo programa iconográfico se desmanteló por completo eliminando las intenciones de don Miguel de Mañara que venían a señalar que, para obtener la salvación eterna, los hermanos de esta institución habían de practicar las obras de misericordia». A lo que añade que «cuatro de las representaciones alegóricas que simbolizaban los actos de vestir al desnudo, dar posada al peregrino, redimir al cautivo y asistir a los enfermos fueron sustraídos por el mariscal Soult para integrarse en su propia colección exhibida en su domicilio en París». Tan solo dos obras de la serie de seis encargadas al pintor, se conservan en el lugar para el que fueron concebidas ( Abraham hace brotar agua de una roca y la multiplicación de los panes y los peces)



1) Curación del paralítico en la piscina probática



1668. Oleo sobre lienzo.

medidas:237*261 cms

National Gallery, Londres

La curación del paralítico representa la obra de misericordia de visitar y atender a los enfermos. Recoge un pasaje del Evangelio de San Juan (Cap. 5, 2) donde narra el momento en que durante la segunda estancia de Jesús en Jerusalén cura a un paralítico que no podía sumergirse en la piscina de Bezata.Las figuras principales se sitúan en la zona izquierda de la composición. Jesús aparece en el centro, dirigiendo su brazo al paralítico que aparece en el suelo, en una postura claramente escorzada. San Pedro, san Juan y otro apóstol no identificado acompañan a Cristo y dirigen su atenta mirada hacia el enfermo al que su maestro cura. Otros personajes dispuestos alrededor de la piscina completan la escena, apreciándose en primer plano un perro. En el cielo nuboso que cierra el conjunto podemos observar un ligero rompimiento de Gloria con un ángel rodeado de una aureola de luz dorada. Según el evangelio, ese ángel "descendía de tiempo en tiempo a la piscina; se agitaba el agua, y el primero que descendía después de agitarse el agua, era curado de cualquier enfermedad que tuviese". Una vez más, el maestro sevillano recoge a la perfección los gestos y actitudes de los personajes, dotando de naturalismo y espiritualidad al episodio.Murillo presenta la escena ante una admirable construcción arquitectónica de inspiración clásica, recogiendo la idea de la piscina con cinco pórticos a la que hace referencia el texto bíblico. La sensación de perspectiva que se consigue con esta arquitectura queda reforzada al emplear planos alternos de luz y sombra que también ayudan a crear un formidable efecto atmosférico, como había hecho Velázquez en Las Meninas.
En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?» El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.» Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar.» Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. 


2) Regreso del Hijo Pródigo



1668. Oleo sobre lienzo.

medidas:236*262 cms

National Gallery, Washington
Compañero de la Curación del paralítico, este lienzo formaba también parte de la serie sobre las obras de misericordia que Murillo pintó para la iglesia del Hospital de la Caridad por encargo de don Miguel de Mañara. Con esta imagen se alude a la obra de vestir al desnudo. 
Se basa en la narración de la parábola del hijo pródigo que hace san Lucas en su Evangelio (Cap. 15, 22) centrándose en el final de la historia, cuando el hijo pródigo regresa a casa tras dilapidar su fortuna. El padre y los hermanos reciben al hijo con ternura y cariño y proceden a vestirle como se merece y alimentarle tras los sufrimientos pasados. Esa es la razón por la que en la escena contemplamos, en la zona de la derecha, a un hombre con ricos y elegantes atuendos sobre una bandeja, mientras que en el lateral izquierdo se coloca un niño tirando de una ternera, escena que contempla con simpatía un hombre que porta un hacha al hombro. El abrazo entre padre e hijo centra la composición, destacando la monumentalidad del progenitor. Tras ellos contemplamos a un grupo de personajes integrado por hijos y criados. La escena se desarrolla al aire libre, apreciándose un fondo arquitectónico monumental, diluyendo el fondo con una nube que apenas permite contemplar las edificaciones. Los planos de luz y sombra empleados para crear sensación de perspectiva también aumentan el efecto atmosférico, trabajando Murillo en un estilo muy similar a Velázquez y la escuela veneciana. Las tonalidades empleadas también refuerzan esa atmósfera, alternando tonos oscuros con claros y brillantes, como el amarillo de primer plano. 
Tampoco Murillo abandona en esta composición su interés por los gestos y las expresiones con las que consigue aumentar al mismo tiempo la teatralidad del asunto y la espiritualidad, obteniendo un resultado difícilmente superable. 
Dentro de una serie dedicada al hijo pródigo, el maestro sevillano retomó este tema pero no con la intensidad que se muestra en esta obra.
 Un hombre tenía dos hijos; el más joven de ellos dijo a su padre:
   - Padre, dame la parte de hacienda que me corresponde. Y les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo más joven, reuniéndolo todo, se fue a un país lejano y malgastó allí su fortuna viviendo lujuriosamente. Después de gastar todo, hubo una gran hambre en aquella región y él empezó a pasar necesidad. Fue y se puso a servir a un hombre de aquella región, el cual lo mandó a sus tierras a guardar cerdos; Le entraban ganas de saciarse con las algarrobas que comían los cerdos; y nadie se las daba, Recapacitando se dijo:
   - ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan abundante mientras yo aquí me muero de hambre! Me levantaré e iré a mi padre y le diré:
- Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros. Y levantándose se puso en camino hacia la casa de su padre.   Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y se compadeció; y corriendo a su encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Comenzó a decirle al hijo:
  - Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus criados:
  - Pronto, sacad el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo, y vamos a celebrarlo con un banquete; porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado. Y se pusieron a celebrarlo. El hijo mayor estaba en el campo; al volver y acercarse a casa oyó la música y los cantos y, llamando a uno de los criados, le preguntó qué pasaba. Éste le dijo:
  - Ha llegado tu hermano, y tu padre ha matado el ternero cebado por haberle recobrado sano. Se indignó y no quería entrar, pero su padre salió a convencerlo. Él replicó a su padre:
  - Mira cuántos años hace que te sirvo sin desobedecer ninguna orden tuya y nunca me has dado ni un cabrito para divertirme con mis amigos. Pero en cuanto ese hijo tuyo que devoró tu fortuna con meretrices, has hecho matar para él el ternero cebado. Pero él le respondió:
  - Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo; pero había que celebrarlo y alegrarse porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado. (Lucas 15, 11-32)



3) San Pedro Liberado por el Angel


1668. Oleo sobre lienzo.

medidas:237*261 cms

Museo del Hermitage, San Petersburgo


El Apóstol Pedro fue enviado por Herodes a prisión, de donde huye liberado por un ángel, quien, con su mano izquierda, le señala el camino aprovechando el sueño del carcelero (Hechos de los Apóstoles, 12). 

4) Abraham y Los Tres Ángeles


 

1668. Oleo sobre lienzo.

medidas:236*261 cms

Museo de Otawa, Canada

Según el Antiguo Testamento, el patriarca Abraham y su mujer Sara acogen a tres peregrinos que se habían acercado a su casa en Mambré, a quienes generosamente lavaron y dieron de comer. Éstos, se descubren en agradecimiento como los tres ángeles enviados por Dios que anuncian al anciano matrimonio el milagro de su próxima descendencia (Isaac), origen del pueblo de Israel (Génesis 18, 1-19). 




fuentes: www.artehistoria.com

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